lunes, 23 de junio de 2014

Corpus Christi y Villanueva del Duque

Se ha celebrado en nuestra parroquia de San Mateo Apóstol, el Corpus Christi 2014
Oración de Alfonso Mª de Ligorio 

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombre estás noche y día en este sacramento, lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte: creo que estás presente en el sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las mercedes que me has hecho, y especialmente por haberte dado tu mismo en este sacramento, por haberme concedido por mi abogada a tu amantísima Madre y haberme llamado a visitarte en esta iglesia.
La solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, Corpus Christi,  es para Villanueva del Duque, una de sus expresiones de fe y devoción más significativas, en las que la manifestación popular, se une a la religiosa, en un acto cargado de simbolismo y participación.
Su origen oficial, lo tenemos en la Diócesis de Lieja, en Bélgica, en el año 1.247, pasando años después a ser fiesta para toda la Iglesia, en 1.264, cuando el papa Urbano VI, la establece con litúrgia propia, y su privilegio procesional.
La procesión del Santísimo Sacramento por las calles de las localidades, respondía principalmente a dos necesidades de los fieles, una la de poder contemplar a Cristo realmente presente bajo la presencia de pan, habitualmente oculto en su reserva eucarística, y otra la de poder adorarlo como signo principal de nuestra fe, de ahí el hacerlo en la custodia de modo que pudiera ser admirado durante su recorrido.
Para poder adorar a Cristo en esta manifestación fuera de la Misa, antes, ha tenido que nacer dentro de ella. Todo fruto nace del sacrificio redentor de la Eucaristía, como cena de alimento del cristiano. Es aquí cuando el miembro de cualquiera de las diversas asociaciones eucarísticas que existen tiene su sentido, el de adorar, acompañar y testimoniar a Cristo, como eje central y vital de su existir
Habitualmente, cualquier recorrido procesional se realiza antes de la celebración de la Santa Misa, dándole al mismo tiempo sentido penitencial y testimonial, pero en el caso de la del Corpus Christi, no se desarrolla hasta que no se ha Consagrado el Pan y el Vino, sacrificio de Cristo en el Altar, para salir a las calles como gozo y presencia viva de Cristo Resucitado y vencedor de la muerte
El Día del Señor, como también es conocida esta fiesta, correspondía al dicho popular de los Tres Jueves que relucían más que el sol, a saber, el Jueves Santo, Corpus Christi y el de la  Ascensión. Desde hace bastantes años, estas fiestas móviles de la Iglesia, se han unido al día por excelencia del cristiano, el DOMINGO, en recuerdo de aquél Primer Día de la semana en el que Cristo venció a la muerte y al pecado, dándole así un sentido más unitario y simbólico.
Ahora bien, en el Jueves Santo, celebramos tres acontecimientos principales de nuestra vida espiritual: la Institución del Sacerdocio, la Institución de la Sagrada Eucaristía, y el Día del amor fraterno, derivados todos ellos de Cristo, único Pastor. Dado el marco celebrativo del Jueves Santo, como  preámbulo del sagrado Triduo Pascual, en un día previo a la conmemoración de la Pasión y Muerte del Señor, el carácter principal festivo de la Resurrección, era evidente que no se podía desarrollar en su plenitud en este día concreto, por lo que surgió la necesidad de hacerlo fuera de ese entorno, y darle así todo el esplendor que se merecía.
Así, se establece su ubicación en el calendario litúrgico: a los cincuenta días del Domingo de Resurrección, es el Domingo de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia, y su nacimiento como tal.  El domingo anterior, celebramos la Ascensión del Señor al cielo, momento en el que “termina” su acción  entre los hombres, para que a partir de ese momento, seamos nosotros los que actuemos en su nombre. El domingo siguiente a Pentecostés, es día de la Santísima Trinidad, como fuente, creación y soplo de toda nuestra vida, unida a la de un único Dios y Señor. Y es en el segundo domingo después de Pentecostés, cuando celebramos el Corpus Christi, presencia real y viva de Cristo en su Iglesia.
En el desfile procesional participan y testimonian todas las hermandades y cofradías del pueblo, habida cuenta de que aunque sus orígenes fundacionales de deban a una advocación del Señor, de la Virgen,  o de los santos, todo parte de Cristo Eucaristía, de la que nace la Iglesia. Las calles de adornan con colgaduras blancas en los balcones, banderitas de un lado a otro de la calle, y por toda la acera, macetas adornan un recorrido que llena todo el suelo de la típica juncia de los arroyos de los alrededores. Delante del Santísimo, los niños que han recibido su Primera Comunión unos días antes, abren el desfile  entre pétalos de rosas.
Cuando el Santísimo Sacramento recorre las calles en la custodia, se detiene en cada una de las mesas que a lo largo del recorrido se instalan, se inciensa como Dios y Rey, y se da la bendición a todos cuantos participan en ese acto.
Tras la solemne procesión, antes de proceder a su Reserva en el sagrario, se recibe la  última bendición sacramental desde el propio Altar de la Capilla Mayor del templo Parroquial de san Mateo Apóstol y Evangelista

José  Caballero  Navas
 Oración de Santa Teresa de Lisieux

Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y mis labios besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.
“En la Eucaristía se comunica el amor de Dios por nosotros”: Corpus Christi del Papa Francisco
“En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que nos nutre con Sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse nutrir por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo”.
“Cada uno de nosotros, hoy, puede preguntarse: ¿Y yo? ¿Dónde quiero comer? ¿En qué mesa quiero alimentarme? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer alimentos gustosos, pero en la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria? ¿La del Señor que me salva o la del ajo y las cebollas de la esclavitud? ¿Con qué memoria sacio yo mi alma?”
“Jesús defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano que nos hace esclavos; purifica nuestra memoria para que no quede prisionera en la selectividad egoísta y mundana, sino que sea memoria viva de tu presencia a lo largo de la historia de tu pueblo, memoria de tu gesto de amor redentor”
¡¡¡Bendito y alabado sea Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar!!!

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