domingo, 21 de septiembre de 2014

En la Fiesta de San Mateo Apóstol, titular de nuestra Parroquia

LA   VIDA   PARROQUIAL

                Siendo la parroquia la comunidad cristiana básica, de referencia, que presidida por el ministerio ordenado, engloba carismas y servicios diversos, ejerce la santificación, la caridad y la evangelización, conviene que miremos la parroquia con mirada agradecida y afectuosa y, a la vez, consideremos globalmente la realidad tan rica y multiforme de la vida parroquial.

                Al mismo tiempo, insertos cada cual en su parroquia según su vocación, y teniendo por referencia el altar que nos congrega, hemos de sentir la urgencia de ofrecer una mayor vitalidad a las parroquias, la vitalidad de un rostro, de un impulso y de una obediencia al Espíritu Santo.

                Son grandes los retos que se han de concretar en nuestras parroquias, cada una de ellas con sus posibilidades y sus miembros, sus límites: estos grandes retos son el crecimiento en la identidad católica de sus miembros y una evangelización nueva, eficaz, en el propio ambiente, en el ámbito parroquial. Son retos nuevos que merecen respuestas nuevas, valientes y decididas.
                Por una parte, la identidad católica de los propios miembros. Reconozcamos que como católicos también estamos recibiendo el influjo de esta cultura actual, nihilista, relativista, y que la secularización de la cultura ha influido en la secularización de la misma Iglesia. A veces el contorno católico se difumina con opciones secularizadas, donde la identidad católica apenas se ve o, simplemente, se relega al ámbito privado. En este terreno habría que optar por una formación doctrinal consistente en las parroquias, con el mayor nivel posible y fidelidad a la Iglesia en homilías sólidas (no hecha de lugares comunes y tópicos), predicación, catequesis de adultos, formación sistemática en grupos de estudio, etc., y junto a la formación que capacita para la identidad católica, la vida espiritual cimentada en el encuentro con el Señor: la liturgia cuidada y reposada, la adoración eucarística, retiros parroquiales, la posibilidad de orar tranquilamente ante el Sagrario, etc.

                Por otra parte, acciones evangelizadoras hacia quienes o vienen poco o se han alejado, o acciones evangelizadoras hacia muchos, muchísimos, que viven con cierto tono de conformismo y apagamiento la fe, y necesitan que se les reavive su adhesión personal a Cristo. El rostro y la vitalidad de una parroquia pueden ser un signo y una llamada, una provocación y un interrogante para quien nos mire desde fuera. La liturgia cuidada para quien tal vez se acerque ocasionalmente, puede ser una experiencia de Belleza auténtica que hiera el corazón. El tono humano de la vida parroquial puede expresar esta humanidad verdadera que sólo con Cristo se realiza plenamente y que provoca a un corazón que esté buscando algo humano y válido.
                "Las parroquias tienen un papel de primer orden en la evangelización. Sin duda tendrá que cambiar algunas cosas en su organización y funcionamiento, pero seguirán siendo insustituibles. Son las cabezas de puente de la evangelización. Ellas son la presencia de la Iglesia sobre el terreno, entre la gente, en el tejido de la vida real de las familias y las personas. Ellas son también el centro común en el que todos se encuentran y todos pueden participar, la casa de todos los cristianos, la institución más amplia y abierta en la que las demás instituciones y los diferentes grupos se pueden encontrar y fundirse en la comunidad cristiana general, edificada sobre los elementos comunes de los que todos se alimentan, anuncio de la Palabra, sacramentos, vida común y servicio a los pobres.

En la parroquia se vive en primer lugar lo común cristiano, por encima de diferencias y apellidos. Para vivir y trabajar en ella no es preciso apuntarse a nada más. No es preciso estar inscrito en ninguna asociación para ser cristiano en plenitud. Basta con ser miembro de la comunidad cristiana y vivir intensamente la vida cristiana común. El ideal sería que los cristianos comunes encontrasen en las instituciones comunes (parroquias, delegaciones diocesanas, etc.) las mismas ayudas y posibilidades que otros encuentran en sus asociaciones respectivas...

En la comunidad tiene que haber sitio para todos. Si hay que atender a la vez a la transmisión de la fe en las instituciones eclesiales, al anuncio del Evangelio a los alejados, y a la evangelización de la cultura haciéndonos presentes y actuantes en las instituciones civiles y seculares, la evangelización tiene que ser obra de muchos cristianos a la vez, movidos por el mismo espíritu, haciendo cada cual lo que le corresponde, en un proyecto común. En la evangelización todos somos necesarios, los sacerdotes y los religiosos, los cristianos comunes no asociados y los encuadrados en asociaciones especiales, con buena formación y objetivos específicos. La presencia de los cristianos en la vida pública, en las instituciones educativas, escuelas y universidades, en los medios de comunicación, en la vida económica y política, actuando secularmente con mentalidad y actitudes cristianas, es parte esencial de la evangelización...
En un planteamiento evangelizador de la Iglesia local, las parroquias tienen que ser la cabeza de puente de lo que se haga, el punto de partida y de llegada de toda acción evangelizadora, sea quien sea la persona o el grupo concreto que se encargue de cada actuación determinada" (SEBASTIÁN, F., Evangelizar, Encuentro, Madrid 2010, pp. 226-228).

                La parroquia es la casa común, la primera comunidad de referencia. En ella habremos de encontrar lo necesario (en vida cristiana, en formación y en espiritualidad) para desarrollar nuestros carismas y talentos y salir reforzados a la vida pública y al apostolado. Será el ámbito de referencia en el que cada uno se siente respaldado y enviado a la vez.

                Algunos miembros serán llamados y estarán capacitados para tareas en el interior de la comunidad cristiana: catequesis de distintos niveles, liturgia, cantos, Cáritas, enfermos, administración, etc., acompañados del ministerio ordenado que garantiza la Comunión y es la Cabeza visible. Pero no todos tienen que insertarse en alguna actividad directamente eclesial, sino que sostenidos por la parroquia desarrollarán su vocación cristiana en apostolados en el mundo, en la presencia pública católica. Sólo que no lo vivirá aisladamente, ni de manera individual, sino enviado por la propia parroquia, en nombre de la propia comunidad, y así, eclesialmente, se situará en la política, en la educación, en las diferentes asociaciones civiles, etc.

                Es una belleza la vida parroquial si la revitalizamos poco a poco, día a día, cada vez más.

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